Como los cuerpos de los antiguos faraones, los edificios de las viejas fábricas son vaciados de todos sus órganos y embalsamados, esta vez con cemento y no con natrón, en un minucioso ritual con la esperanza de otra vida, más allá de las fuentes del Nilo y de la fase depresiva del ciclo económico. Pero como este es el último ciclo económico, serán los nigromantes de las hordas y los saqueadores de tumbas, y no los dioses del mercado, los que insuflen una nueva vida a estos cadáveres de ballena.