Todo el mundo puede poner un nombre a todo el mundo para confirmar las cosas que conviene pensar sobre uno mismo y los demás (y no importa lo particular que sea el cisma de una secta, cada una de las partes sabrá como resumir a la otra para confirmar su verdad).
Estamos condenamos a los dispositivos simples y a reducir el diálogo urgente y el conflicto inevitable a un intercambio de prejuicios. Se constata sin acritud, pero conviene que alguien en alguna parte conserve un cierto espíritu de finura y sepa hacerse escuchar en medio del fragor.