A veces simplemente es suficiente con mostrar interés, demostrar que tu preocupación por la otra persona es honesta: la conexión, la ruptura de la soledad. La eternidad se roza en la pertenencia interdependiente. El otro no es nunca el infierno, es siempre el consuelo. ¿Qué puede esperar de ti tu amigo, tu compañera, tu abuela enferma, tu hijo? Decir te quiero. No pasar de puntillas. Objetivar los logros. Servir de espejo en el que rebote esa orilla que uno mismo no tiene.
Frente a esta verdad tan esencial y universal, el neoliberalismo se descubre como una estafa ontológica.