La calle Paseo de Arroyomolinos, Móstoles.

La Calle Paseo de Arroyomolinos, en Móstoles, que en principio puede parecer una de las vías menos atractivas de la ciudad, no carece sin embargo de cierto encanto. Este encanto se lo da una sucesión inexplicable de comercios cuyos nombres desafían el sentido común.Como una suerte de alineación planetaria que enfilase al sur, que es la dirección hacia la que correría esta calle si fuera un río, dando así la espalda al Norte para perderlo (y mucho más veneciana y bella sería Móstoles si tuviera ríos en vez de calles ;en su defecto, esperemos que al menos el próximo gobierno local, tomado por los municipalistas algo libertarios de la UVA, se inspire en la novela Ecotopía y dirija los fondos del próximo paquete keynesiano de estímulos económicos que la izquierda espera como agua de mayo para el mejor de los objetivos: desenterrar los arroyos que hoy corren lapidados por debajo de la ciudad).

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¿Por qué no llamar a una cafetería de barrio obrero con el nombre del país situado sobre las antiguas Islas Navegador, en la Polinesia? Y es que los proletarios también podemos soñar, y merecer un trozo del Pacífico bien sugerido por un letrero de palmeras verdes.

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Una peluquería para convertirte en una auténtica celebridad. Por supuesto, la fama sólo puede ser anglosajona, como demuestra el apostrofe ese que da al local ese toque de sofisticación del que están tan necesitadas las provincias del Imperio.

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MOISNGAR. Una tienda cuyo nombre es un conjunto de sílabas unidas de un modo tan rocambolesco (castellanamente hablando) sólo puede estar regentada por pueblos lejanos venidos de otros troncos lingüísticos o incluso humanos. Quizá neandertales o elfos.

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Ante la peligrosa proliferación de guitarristas posmodernos, que menos que preservar la tradición con un Instituto de la Guitarra Moderna.

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Piticar: un nombre serio para una autoescuela, que refleja un notable dominio del inglés con un toque de autenticidad barrial (¿será un negocio regentado por «El Pitis», ese chaval que gorroneaba cigarrillos en el recreo de los institutos?).

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Muebles de cocina Ahora o Nunca. Porque ya se sabe que uno de los impulsos más angustiosos y apremiantes que pueden sacudir a un ser humano mientras desayuna es la necesidad imperiosa e impostergable de cambiar sus muebles de cocina. Ráfagas de lucidez así no se pueden dejar escapar, o será demasiado tarde.