Etnografía reencantada

La etnografía reencantada resumida.

Este texto es un pequeño resumen de una propuesta de intervención poética que denominamos Analía Silberman y yo etnografía reencantada. En el número 19-20 de la revista Salamandra  puede encontrarse desarrollada con mayor amplitud y rigor.

Tradicionalmente, la investigación etnográfica ha pretendido revelar los significados que sustentan las acciones e interacciones que constituyen la realidad de los grupos sociales. La etnografía reencantada, como técnica desviada[1], aspira a registrar la construcción de nuevos sentidos que transformen,  amplíen y descolonicen  la realidad social cotidiana de la que uno mismo forma parte.

Si la etnografía académica funciona como una especie de fenomenología cultural que recopilaba datos y descripciones  detalladas sobre costumbres, creencias, mitos, genealogías, historia y  lenguajes de los otros (los pueblos primitivos, las minorías étnicas etc. ), la etnografía reencantada pretende estimular los fenómenos y las prácticas emancipadas de la propia subjetividad, tanto personal como comunitaria. Experiencias psicogeográficas, mitos íntimos, frutos de una imaginación repoblada, azares, aventuras, ensueños, juegos, objetos encontrados, experiencias mágicas,  redenominaciones, y todo desde el prisma de la acción directa y personal… es este el material en el que se centra la etnografía reencantada.   En otras palabras, la etnografía reencantada tiene que ser, al mismo tiempo, un ejercicio de poesía realizada y un método de retroalimentación de la misma.

Resulta imprescindible situar todo esto a la altura de su verdadero peso: la etnografía reencantada será un arma  o no será nada. A través de ella se pretende ejercitar la desalienación concreta, el deshielo del caudal de la vida congelado en la glaciación mercantil y  en definitiva, entrenarnos en una suerte de gimnasia revolucionaria sensible a ciertas tareas de la guerra de clases demasiado olvidadas. Aspiramos, por tanto, a la construcción de una hiperpolítica (“o proyecto político de vida poética”)  que tenga en los hechos concretos de nuestra vida cotidiana (en la microfísica del instante) su centro de gravedad, su pivote, su punto de referencia y retorno.

La etnografía reencantada no requiere de helicópteros de los que saltar antes de explotar, ni de un costoso financiamiento que la haga depender de un mecenas anarquista o de ponerla al servicio de un turismo controlado. La construcción de situaciones apuntaba tan alto que era imposible realizar el mínimo esbozo positivo en el actual marco de organización social. Cuando el ritmo del delirio capitalista nos ha sobrepasado con creces, el nuevo proyecto de superación del arte debe recobrar el sentido común. El afinamiento dialéctico con las tendencias latentes de la época. El juego popular. El carnaval. La tradición oral. La música hecha en círculo por todos. Y especialmente una cosmovisión reencantada, que permita una ética de lo maravilloso, un estilo de vivir donde la magia se haga común sin dejar de ser excepcional.

Lo que especifica a la etnografía reencantada sería una suerte de  registro de vivencias poéticas unitarias, que por su misma conciencia de existir como proyecto facilita la concentración de la vivencia poética unitaria. Sin excepción, hasta en los ambientes sociales más miserables, todos poseemos experiencias abundantes  de lo maravilloso: iluminaciones, delirios que explotan como pompas de jabón,  analogías fugaces, coincidencias, pasiones inexplicables, deseos concretísimos, ocurrencias llenas de sentido que se esfuman como el fuego de una cerilla. El problema es que los hábitos alienados de la vida capitalista dispersan de tal modo el contacto con lo maravillo que muchas veces resulta imposible de concebir. La mayoría de nuestras mejores perlas ni siquiera consiguen emerger del limo primordial de la experiencia inmediata y tomar forma lingüística.

Consideramos que un medio de intervención apropiado para concentrar la experiencia de lo maravilloso consiste en proponerse registrarla durante un espacio y un tiempo delimitado. Esto es la etnografía reencantada.

No queremos esperar a la primavera sino provocarla. Novedosos y divertidos  fenómenos florecen espontáneamente sin enamorados que los deshojen. Las zapatillas que cuelgan de los cables de la luz de mi barrio. Son bonitas porque cortocircuitan la rutina. Ahí esta contenida toda la carga verdad de la revolución. Necesitamos una actividad vivencial que sea capaz de activar su detonador. La etnografía reencantada está buscando este paso del Noroeste.

[1] Hace 50 años los surrealistas belgas teorizaron en su revista “Los labios desnudos” el detournement (desvío) como una técnica de resignificación a través de la reutilización de lo existente, a través de su cambio de dirección. El grado de eficacia subversiva de este recurso fue pulido por los situacionistas, que lo convirtieron en una de sus señas metodológicas más reconocibles.  La etnografía reencantada sería producto del desvío no de un elemento simbólico sino de una dispositivo o técnica de conocimiento.