La llamada del mar, poemario editado por La Torre Magnética en Diciembre de 2010. 1º Edición 200 ejemplares.
CONVOCATORIA
Mirarás las estrellas como a migas de pan.
¿Una excursión?
¿Habrá llegado ya el final del verano cósmico?
En cada sombra tratarás con un faisán desmayado.
Como si fueran regalos, querrás abrir los colores.
Las serpientes mudarán su piel en tus sentidos.
Los tragos de agua devolverán
la virginidad a tu garganta.
Y quizá esa canción que se escucha
la soñaste en el año 90
y ya no temerás ser la cuenta atrás de un amor
que también es una bomba en un tren.
Olores de tierras mojadas
como piezas de caza mayor
y caricias donde correrás el peligro
de volcar el tacto.
Cada roce una invitación
de embajadas que llegan
desde los bordes de la luz.
Repoblarás con zonas boscosas
y no te acostumbrarás.
Principiante por siempre.
En la noche, que son todas de permiso,
en la extensión de una semana,
en el acceso progresivo del espacio.
Ningún día será
una huella dactilar en la escena del crimen.
Mañana te obsesionará rescatar las frutas de los bodegones
y pasado mañana una brisa con olor a madera
te dirá quien eres.
Los solsticios traerán siempre
amores para escaparte
al final del tablero,
convertirte en reina,
y reforzarte en todas las direcciones.
Otra tarde,
otra operación a corazón abierto.
Al morder una manzana cazarás un tornado.
Y la sencillez,
con su contribución invisible,
enhebrará el cuerpo
en la embriaguez de un mundo sin Dios,
mientras la esperanza,
que hoy es una de las zonas menos pobladas del planeta,
será nuestra tierra prometida.
¿Y nuestro hábitat?
la canción interminable de un millón de ritmos.
Y sentirás en el pecho
la vibración de las notas del bajo del tiempo.
Esparcidas en todos los vientos,
como bacterias de una enfermedad erradicada,
las partículas de los muros
que levantó el viejo mundo
para evitar el tacto sin miedo a abusar,
el orgasmo como un año cero.
¿Quien podrá ya distinguir la generosidad
de una loca manada de ríos
bailando dentro de un grito común?
Y en cada latido quemarás las naves
celebrando la imposibilidad de dar la vuelta:
esa es la playa deshilándose en cada ola,
esa es la luna y su masaje de tótem,
y esto, esto, esto,
esto, amor mío, el corazón hecho instante en la noche emboscada,
en la noche de noches,
y las palabras son danzas de siete mil velos.
Tampoco hay aterrizaje posible
pero te irás del verano y de la vida
y de la existencia de sonidos y de volcanes
sin pagar,
inocente,
como la charla entre dos árboles
cuando hablan sobre cómo el viento ondea sus copas
confundiéndolos con banderas que dicen sí quiero.
Porque vivirás una nueva nobleza:
el cuerpo hecho lujo, saqueo, espuma,
derramado sobre la mesa
para manos que ya están saliendo del coma.
Porque vivirás una nueva nobleza:
la bondad,
que es un exceso
y un orgullo
que mira al vacío
sin horror al vacío,
consolándolo.
Y cada error inaugurándote
un poco más preparado
para asentar tu peso con benevolencia,
para bailar con un beso en la boca
que sea una mamba negra a punto de matar.
Sin desplumar un pájaro azul en cada flor deshojada,
sin envenenarte con las ortigas que crecen en sombra,
sin que nadie quiera pagar una entrada
que trate a tu cerebro y sus latigazos
como a un museo de cera.
Harás florecer el rumbo de los vientos
cuando tiemble de presente en bruto
tu hueco sin corazonada.
Cuando las tardes sean brazos
de una espiral enorme
que intenta rodear su propio final
y no cerrar nunca.
Y tu amplitud será un alegato
capaz de absolver
los trozos de ti y de mí
que pían en el nido
llorando y riñendo por la promesa de la luz.
Pero no hay oración en esta danza de la lluvia.
Nadie dice que envejecer será fácil
ni que encontraremos el vuelo de las gaviotas del paraíso
debajo de los posos del té.
Continuarán las pesadillas en las que llamas a casas vacías
y las promesas que los ateos hacen
a no se sabe bien quién
en los pasillos de los hospitales.
Pero encantarás serpientes de guerra
que duermen en los mapas imaginarios,
en las hojas secas,
en los patrones de costura,
y en cualquier otra oportunidad
bajo toque de queda.
Porque la millonésima parte
nunca fue suficiente.
Desde el sur del tacto
llegan noticias
que alientan la expansión de este nuevo culto
a la sed inflamable
y la conversión
a la realidad como propósito.
Y pasearás por tu ciudad natal hasta encontrar
las huellas de un ciclón disfrazado de hombre,
la puerta entornada,
el amor de ese puerto detrás de la palabra amnesia,
el cementerio de elefantes.
Las personas,
los libros,
las ciudades con bahías,
los carnavales,
el sabor de las naranjas,
las mecedoras:
continentes nuevos e intactos
que ninguna conferencia entre imperios
podrá repartirse.
Al corazón de la selva
que duerme en cada ente
sólo podrá llegar
la bandera del amor sin mesura.
Y en las palmas abiertas de tus manos hervirán
escalofríos terroristas
con un plan para asaltar
la próxima isla afortunada que caiga del cielo,
y no fracasarás.
¿No ves que tu pulso
salta ya a la comba dentro del pecho
con la alegría de un río recién nacido?
Sólo hace falta darnos la vuelta.
Y volverán los barrios impredecibles,
los arco iris enterrados al final de los tesoros,
los hiatos del paisaje,
las lecciones de desprendimiento.
Es el juego de estar abierto
a lo que no es el contenido de tu tacto.
Y jugarás inflingiendo la ley de conservación de la energía,
sin enloquecer por querer derrumbar
la torre de plata del infinito.
Y jugarás mientras vivas,
te lo prometo.
¿Cómo no vamos a rebosar nuestras copas
si somos la desproporción investida en conciencia
y en lo que es más inexplicable que la conciencia?
Y extenderá su mano hacia ti
una danza interminable de nombres mágicos,
porque tu sabor marchará por el mundo
reclutando voluntarios
para romper las palabras en un millón de agujas.
Y ese hormigueo
será la vida invitándote
a dibujar en la pared del dormitorio
tu mapa personal del firmamento perdido.
Y ese hormigueo,
convirtiéndose en frecuencia bajo tu piel,
será la vida invitándote
a celebrar la destrucción de todo lo que está en curso,
hilando canciones y apuestas
que durarán lunas y generaciones
y milenios de baja entropía.
Extracto del poema Convocatoria, perteneciente al poemario La llamada del mar.
PARTIDA
Te están fusilando
desde esa pared que conoces tan bien.
¿A qué hay que esperar?
Los minutos
ahora inundados,
luego resecos.
Demasiada intermitencia,
¿no te vales?
Demasiadas tardes de Mayo sin alas.
La madrugada es un iceberg
que no nos hunde.
Sólo conformidad con el aire
después de irresolverlo todo.
Y más que aventuras tenemos espumas
derramadas por un viento del Sur.
No pidas ahora un relámpago para abrir la caja fuerte
que guarda dentro de ti
un trébol de cuatro hojas.
Los objetos sobre la mesa
tienen ojos de mimo
y sonrisa de crueldad.
En la puerta del tiempo nadie contesta.
Tampoco habrá nunca
proceso de paz en el horizonte
para sentarte sobre tu sombra
y que la introspección florezca
en un rosal definitivo.
Y pasará el mes,
y el hipo,
y las contradicciones desteñidas de tanto lavar,
sin poder testificar nada:
ni la chispa que usarías de firma
si no estuviera dentro
de una botella arrojada al silencio,
ni la circunnavegación del mundo
que tienes varada en tu costillar derecho,
el mismo costillar donde Dios dejó a medio hacer
un harén de adanes y evas.
Simplemente un punto y sin fuga.
Un decimal más
del triste récord
de gente que nunca construyó una casa
con sus propias manos,
de gente que se besa
sin saber cómo se fabrica un espejo.
Enciendes interruptores,
¿dónde está el Big Bang
que podrías desencadenar en alguna parte?
Llenas vasos,
sueñas con maullidos,
tienes un paraguas sin nombre en la entrada,
¿dónde están las consecuencias?
Márchate,
escapa del cuerpo vuelto pasillo.
Márchate,
recupera el declive,
sal al sendero,
al bosque, a la turba,
a la noche sin pactos.
Rápido, que se derrama la costa,
déjalo todo
en pos del estoque suave
que ya puede herir la semilla.
Has perdido el guiño demasiadas veces,
en la tarde transformándose, desmontándose,
con las diferencias apaciguadas
y la materia entera
convertida en un una infusión añil
tan amarga.
¿A dónde va todo esto?
A tu parada imposible.
Nunca termina la carretera.
Ve siempre un poco más lejos,
un poco más proclive,
un poco más desbordado
y sabrás conquistarte.
Date un punto de amor a ti mismo
y moverás el mundo.
Date un punto de amor a ti misma
y envolverás y resituarás tu propio final.
Nos vamos
a comprimir el universo en el pecho
y a estrellar la muerte contra el muro.
El brote de partir está aquí,
bajo el cielo
que ya es un delta
cerca de la desembocadura del mundo.
Ahora simplemente descúbrete
impulso a desembocar
en un mar sin orillas.
Poema perteneciente al poemario La llamada del mar.
Para descargar el poemario: La llamada del mar