Testimonios de lujosa pobreza: chica, no tengo dinero, pero tengo una azotea secreta escondida bajo la manga, a la que podemos acceder gratis y sin permiso, saltándonos el toque de queda de la mercancía. Para lanzar aullidos al sol. Para celebrar la muerte de Dios y jugar al borde del desliz, del cuerpo, del instante, en lo más alto de estos días, que caerán pronto por la curva declinante de nuestras materias primas esquilmadas. Estos días en los que llegamos a ser tan felices a pesar de todo y que tanto echaremos de menos pero hoy solo suceden, como las formas caprichosas que adoptan los remolinos de un río.