En las manifestaciones se ha vuelto recurrente gritar que la lucha es el único camino. Se trata, supongo, de intentar convencer a los espectadores y los pasivos, a las famosas mayoría silenciosas, para que pierdan cualquier esperanza en el estatus quo y se pasen, en consecuencia, al bando de los que hemos decido plantar batalla contra el orden existente.
Sin embargo la lucha no es el único camino. En nuestra época quizá ni siquiera el más importante. Si aceptamos barco, y asumimos que cualquier forma de transformación social será conflictiva, y por tanto ampliamos el criterio de lo que es lucha, tendríamos que decir algo así como las luchas (en plural porque hay muchas y de muchos tipos) son los únicos caminos. Hace unos años me gustaba bastante una fórmula, a mi juicio más elegante, que circulaba por ahí: la guerra social tiene mil frentes.
No obstante una mayoría de militantes sigue manejando una idea restrictiva de lucha como conflicto social directo. Y cuando se grita a pulmón abierto que la lucha es el único camino se afirma, con el corazón en la garganta, que el conflicto social directo es nuestra única posibilidad. Aquí conviene hacer unas aclaraciones.