El movimiento libertario, que hace unos años alguien que no recuerdo denominó con sana y humorística autocrítica “el meneillo libertario”, ya no posee el vigor orgánico que tuvo históricamente en la década de los treinta. Y aunque sería erróneo y disparatado mencionarlo en mayúsculas, como se hacía en aquellos años dorados cuando existía una base organizativa coordinada, el movimiento libertario sigue teniendo, incluso en sus formas orgánicas, una presencia que no es testimonial (aunque no todas las organizaciones se reconozcan unas a otras sin fricciones). Más importante todavía que las organizaciones, el movimiento sigue vivo sobre todo en un especie de mitología, un espíritu ideológico difuso y una cultura política que empapa muchos movimientos sociales, influyendo en sus métodos (asamblea, autogestión, acción directa) y creando híbridos curiosos, como sucedió con el 15M. Creo que no patiné demasiado cuando unos amigos anarquistas cubanos me preguntaron por el 15M yo, intentando explicar alguna de las corrientes predominantes de su naturaleza tan diversa y frondosa, hablé de socialdemócratas libertarios (socialdemócratas en sus fines, libertarios en sus medios).
Pues bien, ¿qué tiene que decir el movimiento libertario, tanto el organizado como el difuso, ante muchos de los retos políticos y sociales del presente? Por ejemplo, ¿cuál debe ser su papel en la defensa de servicios públicos fundamentales para las clases trabajadoras y populares, pero cuya gestión y diseño no dejan de formar parte de los tentáculos del Leviatán estatal? ¿Qué posición tomar ante las reivindicaciones nacionalistas (y estatalistas) en auge entre pueblos de la periferia del Estado español? ¿Y con respecto a la canalización creciente de muchas energías contestarías hacia formas de participación política institucional? Y de modo mucho más general, ¿cuál puede ser el aporte específicamente libertario a un proceso de transición social post-capitalista en el aquí y el ahora, transición que para poder llegar a cuajar en sus desarrollos iniciales seguramente deba parecerse más a un proceso de ruptura con el neoliberalismo que a un ataque directo a los fundamentos de la sociedad capitalista? Me centraré en esta última pregunta, pero la respuesta podría servir para cualquiera de las otras, porque se trata de un problema transversal.