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Viejos planes, nuevas estrategias

Se publica a continuación un texto escrito en verano de 2016, unos días antes de comenzar mi actual trabajo como Director de Medio Ambiente de la ciudad de Móstoles, y que hasta hoy se ha movido solo en pequeños círculos de amigos y compañeros activistas cercanos. Se trata de una reflexión necesaria en el plano personal que quizá puede aportar algo a un debate colectivo en marcha: un cierto replanteamiento de la crítica anarquista al Estado, que se viene formulándose en algunos ambientes libertarios (en la imagen la escultura El Quijote de América, en La Habana, símbolo que canta a la necesidad de la desmesura utópica y la mentira existencial en el impulso de los proyectos revolucionarios -fotografía personal, tomada en marzo de 2012-).

Viejos planes y nuevas estrategias

Un replanteamiento crítico de la posición anarquista respecto al Estado

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La historia del ajedrez está llena de ejemplos en los que un cambio de estrategia, esto es, un giro del sentido general con el que se ha planteado una partida,  tanto de su estilo como de sus objetivos, ha permitido lograr victorias. Con las siguientes páginas quiero reflexionar sobre un cambio de estrategia respecto al modo en que he jugado al juego que más en serio me he tomado en mi vida. Juego que podría identificar  con el proyecto moderno de emancipación social, interpretado mayoritariamente desde una posición cercana al anarquismo. El plan sigue siendo el mismo: superar las alienaciones, irracionalidades e injustas que florecieron con el surgimiento histórico del capitalismo. Y construir en su lugar una sociedad lo más liberadora posible, que haga de una vida buena una opción al alcance de todos. Pero siento que la estrategia anarquista ya no resulta convincente para esta tarea. Y me parece importante exponerlo públicamente.

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La lucha no es el único camino

En las manifestaciones se ha vuelto recurrente gritar que la lucha es el único camino. Se trata, supongo, de intentar convencer a los espectadores y los pasivos, a las famosas mayoría silenciosas, para que pierdan cualquier esperanza en el estatus quo y se pasen,  en consecuencia, al bando de los que hemos decido plantar batalla contra el orden existente.

Sin embargo la lucha no es el único camino. En nuestra época quizá ni siquiera el más importante. Si aceptamos barco, y asumimos que cualquier forma de transformación social será conflictiva, y por tanto ampliamos el criterio de lo que es lucha, tendríamos que decir algo así como las luchas (en plural porque hay muchas y de muchos tipos) son los únicos caminos. Hace unos años me gustaba bastante una fórmula, a mi juicio más elegante, que circulaba por ahí: la guerra social tiene mil frentes.

No obstante una mayoría de militantes sigue manejando una idea restrictiva de lucha como conflicto social directo. Y cuando se grita a pulmón abierto que la lucha es el único camino se afirma, con el corazón en la garganta, que el conflicto social directo es nuestra única posibilidad. Aquí conviene hacer unas aclaraciones.

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