Ayer escuché a mi primo Duarte, que lleva casi dos años de esfuerzo intentando poner en pie un proyecto agroecológico y anticapitalista en el entorno rural de Ferrol, una reflexión lúcida, cargada de verdad y drama y al mismo tiempo tan ilustrativa de eso que los situacionistas llamaban la inversión del mundo. Se preguntaba más o menos esto: «¿Por qué yo, que no trabajo mi huerta con químicos, tengo que demostrarlo, estar metido en un montón de trámites burocráticos y pagar por ello al Estado y alguien que usa químicos, que está haciendo daño tanto al ecosistema como a la gente, no lo tiene que hacer? ¿Pero esto qué es? ¿El mundo patas arriba?»
Qué definición más exacta de lo que es el capitalismo: el mundo patas arriba, el mundo al revés, dado la vuelta en un ejercicio demencial que busca exprimir beneficio de cualquier cosa.